Los psicodélicos y los pacientes terminales
Parece que, desde que tenemos uso de conciencia como especie, nos han interesado los psicodélicos y los efectos que causan y los hemos usado para tratar de responder nuestras dudas existenciales más profundas. Más de una vez se ha encontrado evidencia de que los antiguos inquilinos del planeta los usaban en todo tipo de rituales espirituales y religiosos—algo que continúa hasta nuestros días. Hoy, los psicodélicos y los pacientes terminales podrían estar vinculados, ya que pueden proveerlos con alivio y aceptación.
El riesgo de los pacientes terminales
Uno de los mayores riesgos cuando se le da un diagnóstico terminal a un paciente, especialmente si es sorpresivo, es la alta tasa de suicidios. De inmediato, esta se duplica, en comparación con el resto del público, y la mayoría ocurre a lo largo del primer año del diagnóstico.
Si bien este incremento es alarmante, solo falta imaginarnos qué se siente recibir una noticia así para no sorprendernos. De hecho, el apoyo psicológico es uno de los trabajos más duros, difíciles, pero absolutamente necesario con pacientes terminales.
Por eso, cada vez se vuelve más común que se empleen distintos medicamentos y sustancias, entre las cuales se encuentran los psicodélicos.
Por supuesto, no son un producto para el que se puede redactar una receta y comprarlo en la farmacia más cercana. En la mayoría del mundo, los psicodélicos, como el LSD o la psilocibina, siguen siendo ilegales. Además, tienen efectos secundarios que, de no monitorearse, pueden tener efectos secundarios peligrosos.
No. En vez de eso, suelen administrarse en un ambiente controlado y supervisado, y los resultados han sido positivos. La psilocibina, por lo menos, parece capaz de ayudar al paciente a recorrer el camino que empieza en la negación, ansiedad y depresión, hasta la tranquilidad y aceptación.
Y es que, parece ser, siempre hemos usado psicodélicos para la introspección. Un gran número de artistas, filósofos y hasta psicólogos, entre muchas otras disciplinas, los han hecho parte de sus diversos rituales de creatividad.
Griegos y psicodélicos
Eleusis, cerca de Atenas, es una ciudad donde se celebraban todo tipo de ritos, especialmente aquellos que trataban sobre muerte y renacimiento, en los que se consumían todo tipo de sustancias y elíxires divinos. Uno, tenía el nombre de pharmakon athanasias, que se traduce como “la droga de la inmortalidad”.
Es perfectamente posible que esto no se trate solamente de un nombre interesante. Las excavaciones arqueológicas de la ciudad han revelado residuos de Claviceps purpurea, un hongo que ataca principalmente al centeno, en copas y otros recipientes. Para defenderse de dichos ataques, el centeno produce ácido lisérgico, también conocido con las siglas LSA—un precursor del LSD.
Dada su curiosidad tan vasta en todo tipo de temas, así como el volumen de trabajo que nos heredaron, no debería de sorprender a nadie si uno que otro griego exploró los efectos de los psicodélicos, así como su rol en responder las preguntas más elementales de la vida. Sin embargo, es posible que no hayan sido los únicos o, siquiera, los primeros.
Psicodélicos y el arte prehispánico
Tassili n’Ajjer es un parque nacional al sureste de Argelia, en pleno desierto del Sahara, donde se encuentra uno de los ejemplos de arte rupestre más importantes del mundo. Fueron descubiertas en 1910 y se remontan hasta el fin de la última glaciación—unos 12,000 años.
Un grupo de estas pinturas ha llamado la atención de aquellos que estudian la relación entre los psicodélicos y la introspección. En su libro Food of the Gods, el autor e historiador Terence McKenna cita las pinturas fungosas de las cuevas de Tassilli como evidencia inobjetable de que sus antiguos habitantes utilizaban psilocibina en sus rituales.
Y es que algunas representaciones muestran figuras humanas sosteniendo lo que parecen ser hongos. En otras están cubiertos de ellos y parecen crecer directamente de sus cuerpos. Además de documentar cómo los hongos devoran cadáveres, existe la teoría de que estas imágenes fueron pintadas bajo sus efectos alucinógenos.
Los hippies y los psicodélicos
Por supuesto, la década más asociada con los hippies, los 60s (pero que también abarca gran parte de los 70s), fue una época de experimentación con todo tipo de estupefacientes, y los psicodélicos estaban entre los más populares. No solo por las experiencias alucinógenas, sino por las interpretaciones tan introspectivas que se les daban; muchas, influidas directamente de oriente, donde los alucinógenos aún forman parte de muchas culturas y religiones.
Esta introspección, en combinación con otras disciplinas como la meditación, resultaba en la idea de que tenemos distintos estados de conciencia por los que podemos viajar con el vehículo de los psicodélicos. Sin embargo, no es un viaje que queremos hacer solos. Necesitamos un guía capaz de traernos de vuelta a la realidad—como la supervisión médica en el ala de pacientes terminales de un hospital.
Aunque, para muchos, estos diversos “estados de conciencia”, que suelen incluir cosas como la muerte y el renacimiento, suena a sinsentidos espirituales hippies, lo más probable es que estén cimentados en la realidad. En neurología existe tal cosa como los “estados no ordinarios de conciencia”—aquellos en los que el foco de la atención se vuelve hacia adentro. Estos pueden ocurrir por medio de la meditación; el deterioro orgánico, como durante la vejez o la muerte; y por farmacéuticos—psicodélicos, introspección y pacientes terminales.
Psicodélicos, la instrospección y el cerebro
Los psicodélicos como la psilocibina y el LSD, en experimentos con animales, han mostrado tener propiedades antidepresivas. Todavía falta una gran cantidad de estudios para poder asegurar exactamente cuál es su efecto físico, pero una teoría es que podrían estimular nuevas conexiones, previamente inexistentes.
Psicodélicos, la introspección y enfermos terminales
Aunque aún no es un tratamiento general, en algunos lugares, los psicodélicos como la psilocibina han sido administrados a pacientes terminales con la intención de mejorar su calidad de vida, en ocasiones con buenos resultados. El estrés emocional y psicológico disminuye y la introspección que ofrecen hace que puedan aceptar su destino. Esto, con dosis muy pequeñas. Una sola dosis de psilocibina puede causar sentimientos de bienestar generalizado hasta por seis meses.
De hecho, los resultados han sido tan positivos que, en Estados Unidos, aparentemente, se han relajado las restricciones en el control de psicodélicos para permitir que se lleven a cabo más estudios, más fácilmente. Quizá pronto será posible que se receten a pacientes terminales (bajo un control estricto, claro), buscando reducir, entre otras cosas, el alto índice de suicidios. El camino parece prometedor para los psicodélicos, la introspección y los pacientes terminales.