La tolerancia única del cannabis

La tolerancia única del cannabis

Toda sustancia, si se consume en exceso, produce tolerancia. Es decir, una reducción—o hasta desaparición—de sus efectos. Sin embargo, la tolerancia única del cannabis es reversible. Con solo un par de semanas de abstinencia el cerebro repara el daño causado por el THC. Esto no ocurre con otras sustancias, mucho más dañinas, como el alcohol o las metanfetaminas.

¿Cómo funciona la tolerancia del cannabis?

El consumo excesivo de cannabis puede hacer que sus efectos disminuyan o desaparezcan. Esta tolerancia ocurre por la activación constante de los receptores que tienen las células de nuestro cerebro.

El sistema endocannabinoide regula nuestras funciones cerebrales más básicas, como comer y dormir (entre otras) y que el cannabis también afecta porque el THC se une a sus receptores CB1 y altera su mensaje. Entre más los exponemos, estos receptores se vuelven menos efectivos y, después de un tiempo, las los sacan de circulación, absorbiéndolos.

Sin embargo, después de un par de semanas de consumo interrumpido (aquello que se conoce como una pausa de tolerancia), los receptores reaparecen. Regresan a la superficie, la tolerancia única del cannabis disminuye y se reinician ses efectos.

La tolerancia en el alcohol

A diferencia del cannabis, si uno interrumpe el consumo excesivo de alcohol se puede experimentar una cierta reducción de tolerancia, pero no demasiada. Y es que, en vez de que las células cerebrales absorban los receptores CB1, el alcohol las mata.

Sí, el cerebro es capaz de producir células cerebrales nuevas, pero es un proceso que toma más tiempo y su recuperación no es tan eficaz como la de los receptores CB1. Además, tiene un límite.

La tolerancia en las metanfetaminas

La recuperación cerebral, cuando se trata de metanfetaminas, es prácticamente nula. Las regiones cerebrales dañadas pueden durar años sin que exista una mejoría. Como el alcohol, al ser tóxicas, las metanfetaminas también matan a las células cerebrales.

Además, su uso prolongado puede engañar al cerebro y hacerlo creer que tiene lesiones inexistentes; activa los procesos de reparación constantemente, lo cual puede llevar a una función cerebral disminuida.